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domingo, junio 15, 2008

Soy pajero

Hubo un tiempo, en un pasado lejano, en el que mi atracción por la masturbación me condujo a un comportamiento irregular, tanto mental como físico, que algunos tildaran de comportamiento enfermizo, otros supongo que se sentirán identificados con mi persona, e incluso haya alguien que piense en mi como un innovador a la hora de hacerse el amor de forma individual.
Corrían los años 90, y uno estaba cansado de las revistas y los vhs sucios llenos de perdición y gente follando, necesitaba algo diferente, algo que me llenara, un ingrediente nuevo en mi vida gracias al cual no llegara hasta el punto de violar a una desconocida sin su consentimiento debido al poco follar colectivo reinante en mi vida.
Cuando ojeando una revista leo un anuncio del tipo de los 803 de la época. De llámame y te pajeas mientras hablamos vamos. ¿Quien no ha llamado alguna vez?



El problema es que en aquella época el tema de los móviles no estaba en auge y las llamadas las hacia desde el teléfono fijo de la casa de mis padres.
Así pues, no se tardo ni un mes en conocerse mi obsesión empedernida por las pajallamadas en mi casa, debido a las altas cifras de gastos telefónicos. Lo cual se arreglo con dos hostias por la gracias de Dios de mi viejo y un maratón de mi madre de reproches a si mismos, del tipo: “Que hemos hecho mal” , “No puede ser , mi hijo no se toca solo”, “La culpa la tenemos nosotros por dejar que tenga amigos judíos”…
Después de aquello en mi casa todo cambio. Tanto mi madre como mi hermana cerraban sus habitaciones para que no me apropiara de sus bragas y me pajeara mientras las olía, como si yo me hubiera convertido en un ser perverso amante de la ropa interior de las féminas de mi casa, un depravado, un inadaptado sexual, un follabragas al fin y al cabo.



He de decir en mi defensa que nunca me adueñe de bragas procedentes de dichas habitaciones. En su lugar siempre tuve preferencias por apropiarme de sus braguitas cuando eran depositas en el cubo de la ropa sucia situado en el baño para su posterior limpieza en la lavadora. Ahí es donde realmente un pajero amigo de chavales judíos se sentía en el paraíso con bragas usadas que huelen a hembras, mezcla de sudor y pipi, no
como esas braguillas limpias, sin sabor alguno que huelen a Mimosin, que es como si no tuvieran alma. Como disfrute en aquella época con mis incestopajas.
Pero aprendí la lección al fin y al cabo, y nunca mas hice llamadas al 803 desde la casa de mis padres. Las llamadas a partir de entonces las empecé a hacer a números de la agenda de mis padres, la cuartada perfecta, al mirar el registro de llamadas a final de mes pensaban que eran suyas y no del violador telefónico de su hijo.
Realizaba llamadas a amigas de mi madre y me quedaba callado mientras me tocaba, o llamaba a su peluquería , a la carnicería, a la consulta del dentista, a cualquier lugar contad de que por unos segundos no me colgaran para toquetearme la polla como un poseso, incluso hasta el punto de dar conversación preguntando tonterías para que la llamada tuviese mayor duración y me diera tiempo a eyacular en su honor por putas y guarras que lo andaban buscando, que iban provocando.
Pero ya ha pasado tiempo desde entonces, y mis juegos masturbatorios han sufrido muchas variantes en estos años, pero eso es otra historia, ya lo decía Ende.